22.5.10

Segundo Volumen:

Relato ganador del Concurso de escritura, "¿Cómo has conseguido sobrevivir a la horda zombie?" Encuentros runicos (EERR) 2010
Temática: zombi/friki/humor

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Selección Natural

He aquí el relato de un humilde servidor que sobrevivió ante la adversidad, la desolación y el fin del mundo.

Todo empezó hace unas semanas. Primero, fueron ataques espontáneos causados por individuos que según decían los medios de comunicación, estaban desquiciados. A aquello, le siguieron pequeños actos de insurrección y violencia en las calles por parte de la población. La situación empeoró y no tardaron en aparecer los primeros enfrentamientos contra la policía. Poco a poco, la infección se extendió y lo que era un pequeño foco, desató una pandemia sin precedentes. El gobierno recomendaba permanecer en casa con las puertas y ventanas bien cerradas. Los sueños húmedos de una gran multitud de frikis se habían hecho realidad. El holocausto zombie se había desatado.

Nadie sabía decir quien fue aquel quien originó la epidemia, el llamado paciente cero. Un consejo de sabios formado por mí mismo, mi pelo, mi ego y mis generales de los diferentes ejércitos de Warhammer, asegurábamos que se trataba de Manuel Fraga. Durante largos años lo estuvo incubando y finalmente liberó el temible virus en un intento de volver a gobernar.

Aquello ocasionó el principio del apocalíptico país en el que ahora sobrevivo. La sociedad se dividió entre zombies y hamburguesas con piernas que se autodenominaban supervivientes. La horda, como tal, no tardo en ser declarada la mayor de las amenazas y rápidamente se propagó por toda la población del país, alterando por completo a los contagiados. Cadáveres andantes con los órganos internos colgando por las heridas abiertas. Su piel, se tornaba de un tono cenizo y sus dientes, amarillentos y podridos, devoraban la carne de los vivos. Desfilaban con ortopédicos movimientos como parodias de lo que una vez fueron. Desde su interior, el agónico lamento de la muerte helaba los corazones que aun latían. Todo eso me hizo pensar si no era posible que Belén Esteban se hubiese clonado.

Como buen amante del género zombie, me preparé para cualquier asalto. Durante los primeros días de la pandemia, miles de frikis deseosos de matar muertos vivientes habían terminado por engrosar las filas de la horda tras no prestar atención a una regla muy importante: cardio.

Había conseguido un bunker con todo lo necesario: un gran cargamento de Doritos, numerosas botellas de agua y refrescos, todo tipo de videoconsolas con sus respectivos juegos, juegos de mesa, juegos de cartas, materiales necesarios para invocar Diablillas de Slaanesh, libros de fantasía y ciencia-ficción, una gran colección de películas y series, y por último pero no menos importante, un peluche del entrañable Pikachu. Cabe destacar que mi bunker no era más que mi propia vivienda familiar caracterizada para la ocasión. Pero no son más que pequeños detalles sin importancia.

Afortunadamente, no había familiares que molestaran mis propósitos, pero desgraciadamente me hallaba en la fría soledad. Solo es necesario sumar Friki y País Vasco para alcanzar la evidencia. Y a pesar de que el cine Hollywoodiense trate de hacernos creer que durante un holocausto zombie encontraremos a una atractiva joven rubia y asustada que busca refugio, ¡no es más que una cochina mentira! Por ello, durante tres noches traté de invocar a las Diablillas de Slaanesh, pero no parecía que tuviese cobertura y desistí. La cuarta noche, vagué por la red de redes buscando interesantes discusiones sobre la metafísica, el nihilismo, la existencia de Dios y otros temas no relacionados con el sexo. El quinto día, la horda llamó a mi puerta.

Jamás les abrí, pero debo reconocer que utilizaron estrategias sorprendentemente elaboradas para seres con su capacidad mental. La caracterización como Testigo de Jehová perseguido por zombies, fue muy logrado, mas no pudo engañarme. Organicé a mis tropas para la batalla y a ritmo de La Marcha Imperial desfilaron ante mis ojos.

La puerta retumbaba. Podía escuchar el lamento de la horda ansiosa por devorarme. Tomé unos segundos para rezar. Recé a Crom para que me concediera la venganza por aquellos frikis que murieron o se fuera al infierno si no me escuchaba; recé a Cthullu para que tomara las almas de mis enemigos, pero no me escucho pues no resultaban de su agrado. Dirigí una oración gesticulada al Jesucristo Colega y por último, recé al dios más poderoso que cualquier Primigenio o Valar. Me miré en un espejo, sonreí y me preparé para la batalla.

Finalmente la puerta cedió y la horda penetró en la fortaleza. Mi primera línea de defensa estaba formada por mis queridos zombies de Warhammer, pues esperaba que les hiciesen ver que allí solo había amigos y no supervivientes a los que hincar el diente. Pasaron por encima de ellos sin miramientos y se dirigieron contra mi segunda defensa, un gran número de lanceros de plomo. Escuche como se tropezaban y caían mientras maldecían en lenguaje zombie. El sacrificio de los valientes no sería olvidado. Al final, llegaron hasta donde me encontraba junto a mi guardia personal: la suma total de todas las plantas de la casa comandadas por un ficus. Nuevamente quedé desilusionado al ver que lo que ocurre en los videojuegos, no sucede en la realidad.

Yo mismo cargué contra los muertos andantes que restaban. Gracias a mi katana de mera exposición logré decapitar a varios de ellos. La sangre manaba por doquier. Los miembros amputados caían inertes. Las vísceras se desparramaban por el suelo. Tras un violento golpe mi espada se rompió y quedé indefenso ante la horda. Me arroje al suelo para evitar las dentelladas de mis enemigos y rodé hasta mi cama donde guardaba la clásica escopeta recortada de dos cañones que todo superviviente de un holocausto zombie que se precie, tiene siempre cargada. Seguramente, querido lector, te preguntaras por qué no la use con anterioridad, pero el caso es que le añadía mayor dramatismo.

El plomo voló y se incrustó en los hinchados cuerpos de los muertos. Les regalé nuevos ombligos a todos y cada uno de los que aun se resistían; y el interior de sus cabezas realizó refrescantes viajes contra la pared. Cuando la horda por fín yacía inerte grité al cielo cual Hiro Nakamura: YATA!

2 comentarios:

  1. Me ha parecido muy bueno. La verdad es que la temática zombi vista desde un punto de vista humorístico suele funcionar muy bien. Yo he escrito alguna cosa en plan serio, y debo decir que no gustó mucho. Ya lo colgaré en mi blog un día de estos.

    PD: soy Landser de 3Djuegos ;)

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  2. Hi, Nice post. Would you please consider adding a link to my website on your page. Please email me.

    Thanks!

    Joel Houston
    JHouston791@gmail.com

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